En Toshi, pueblo en el Estado de México, hay una hacienda donde año con año alumnas de la Universidad van a organizar una posada para los niños de pueblos vecinos. Este año me tocó a mí.
Viernes 8/12
La salida estaba programada a las cuatro, pero la cita era a las tres para cargar el camión. ¿De qué? Pues de chorrocientas mil piñatas, regalos de Navidad, Bicicletas para rifa, Múltiples maletas y demás porquerías. Por razones superiores a mi entendimiento, dado que la paga individual por ir al mentado servicio social fue bastante, no se contrató mudanza y llevamos todas las cosas en un camión de pasajeros: el nuestro. Éramos diez niñas, y yo me había aventurado a ir sola, de manera que fui cómoda pero tristemente en un asiento doble. Tres horas de camino, de las cuales media fue por terracería. Llegamos a eso de las ocho y cuarto de la noche a establecernos rápidamente en los cuartos y cenar. En mi soledad me correspondió uno de los pocos cuartos para una persona. La hacienda era bonita y enorme (expensive), muy cristiana pero con cierto toque lúgubre de lugares con semejantes características. Además, cuentan las leyendas que en ella espantan. En fin, alrededor de las diez tuvimos la junta para organizar la posada del día siguiente y nos partimos el lomo hasta las doce y media. A nadie parecía importarle que un día antes me hubiera dormido entrada la madrugada haciendo un trabajo por derecho a examen de Estadística. Y para acabarla de joder la hora para levantarse por la mañana era a las siete. Y para joderla aún más, hacía un frió de los mil Jesucristos.
Sábado 9/12
Además, en mi pánico nocturno puse las tablas sobre las ventanas y puerta de la habitación evitando el contacto con los potenciales fantasmas del exterior. El problema surgió cuando me di cuenta de que con las tablas no se veía abolutamente nada y fue entonces que llegó el insomnio.
Por la mañana tomé un baño con agua caliente como para "pelar" pollos. El desayuno de nuevo con prisas. Luego, cuatro horas de inventario de juguetes. La dinámica había sido la siguiente:
Los catequistas de la zona envían a la Universidad una lista de sus niños constantes y sus respectivas cartas a "El Niño Dios", el Santa Claus. Se repartieron esas cartas entre muchos alumnos y se les dieron horas de servicio social si conseguían los regalos. Lo que dificultó el inventario fue que muchos niños cabrones enviaron varias cartas al niño Dios y consecuentemente tenían muchos regalos a cuenta. Otros niños no habían recibido regalo alguno; y otros habían enviado carta y recibido regalo sin estar en la lista... generación espontánea.
En fin, luego siguió el llenado de las piñatas, la distribución de los tablones y sillas por el patio y demás logística ruda. Comimos en diez minutos por órdenes superiores y recibimos a los primeros niños a la una y media.
Acabada la posada, tuvimos una reunión breve y la primera comida tranquila. Algunos hombres de la Universidad llegaron ese día a ayudarnos por unas cuantas horas de servicio social. Para mi asombro, los hicieron regresarse por la noche ya que era inmoral que durmieran en la hacienda cerca de nosotras. Terminamos alrededor de las siete y media de recoger el desmadre. A las nueve la cama nos llamaba desesperadamente. Todavía con recelo, me puse a leer acostada esperando que me llamara Morfeo. Pero no había puesto las tablas en la puerta y vi pasar a alguien afuera. Para no quedarme con la duda fui tras la sombra pero en el pasillo ya no había nadie. Entonces oí unas risas de un cuarto alejado y vi a muchas chicas matando el miedo con carcajadas nocturnas.
Afuera de mi cuarto se habían reunido algunas otras y tenían un plan macabro. Contarían a las demás una historia inventada de terror que tuviera lugar en la hacienda. En esas andábamos cuando una, sinceramene acobardada, dijo que prefería no jugar con ello dado que a ella en realidad había visto algo raro en la posada del año anterior. Un poco de explicación. Los cuartos estan uno junto al otro a lo largo de un largo pasillo al que desembocan todas las puertas. Del lado opuesto a las puertas, sobre el mismo corredor hay unos ventanales de piso a techo que muestran un jardín colonial. Esta mujer nos contó que el año anterior unas niñas estaban en su cuarto oyendo un radio que de pronto se apagó; cuando se asomaron el cable estaba desconectado. Salieron gritando de la habitación y corrieron hacia donde estaba esta mujer, al final de pasillo. Conforme corrían a lo largo del pasillo, las ventanas se fueron abriendo una a una a sus espaldas. Todas gritaron y decidieron dormir juntas en una habitación.
Con esta hermosa bed-time story me despedí y esa noche dormí milagrosamente delicioso.
Domingo 10/12
Nos levantamos de nuevo a las siete para llegar a una plática sobre la Navidad que nos dio un padre en el Oratorio. Después y sin preguntar, nos llevaron a misa y querían que nos confesáramos. Les di las gracias mientras escapaba con rumbo a la puerta de salida... olvidé santiguarme en la huida, tan solo por eso debían reprenderme con tres Aves Marías.
Un desayuno tranquilo con publicidad de las galletas recién horneadas que nos habían servido los tres días. $50 la caja con 20 panes para que finalmente en mi casa duraran una miseria de tiempo. Los hombres corridos el día anterior volvieron para ayudarnos con los últimos detalles y dejar la hacienda spic n' span. Antes de dos horas de su llegada nos fuimos de vuelta a la ciudad. Camino corto y largas-largas horas de sueño en cama propia el resto de la tarde, noche y parte de la mañana. Fue una experiencia religiosa.