domingo, septiembre 22, 2013

Lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks.

Hace unos meses fui a la playa con cinco desconocidos y uno de mis mejores amigos. ¡Qué demonios! Llevaba algunos meses evadiendo estar sola y ésta era la oportunidad perfecta para seguir navegando con la distractora y sensual bandera de la experimentación. Fueron cuatro días que se sintieron como años porque fue cuando lo conocí.

Llamémosle "Fito" por mi obsesión malsana con ser su "Cecilia" por un rato. Tiene nariz recta, labios delgados, ceja poblada, espalda ancha y un sentido del humor que derretiría a cualquiera. Fito es un gran tipo con buenas intenciones escondidas detrás de una densa pantalla de conquistador. Él fue mi deliciosa incógnita, el eterno inconcluso, aquella promesa no dicha y mil veces malinterpretada.

A Fito y a los otros cuatro desconocidos no se lo llevó el mar en la resaca sino que se volvieron una constante. Entre las cenas, el cine, los antros, las salidas de compras, partidos de fútbol, peleas, excursiones a karaokes, fiestas y largas noches de música y bebida, Fito y yo nos encontrábamos y nos perdíamos. Yo creía que él estaba confundido, que dependía de mí hacerlo cambiar de opinión sobre nosotros, que nuestra rutina iba a evolucionar cuando yo le diera aún más y que me correspondía salvarlo de sí mismo. Por decirlo en una frase: Me convertí en una madeja hormonal de clichés. Mi emoción inicial se convirtió progresivamente en culpa, incertidumbre, enamoramiento, ansiedad, angustia, desilusión, confusión, tristeza, dolor y finalmente en resignación y cariño. Para él, y ahora lo sé mejor que nunca, todo fue la crónica de una amistad anunciada.

La semana pasada volví a la playa con el mismo grupo y por fin dejé de postergar la plática que había evitado durante meses apoyada en justificaciones cobardes. Necesitaba cerrar el ciclo. Las respuestas de Fito me dejaron helada y me hicieron ver que la única inmadura, confundida y sin certezas había sido yo. Lo que yo había considerado falta de definición por temor al compromiso, para él había sido vivir al tope de nuestro potencial y no había nada qué explorar más allá. Lo que yo había considerado inseguridades que podíamos combatir juntos, para él habían sido actitudes conscientes que no tenía interés personal en modificar. Y lo más sorprendente es que lo que yo creía una amistad basada en la relación de pareja, para él era una amistad profunda y significativa con tintes amorosos prescindibles.

Diagnóstico de la primera experiencia post-Matt: Súbita, Descontrolada, Enriquecedora y Terminada. Un nuevo amigo se une a los mejores.