jueves, septiembre 28, 2006

Cuando sabes que debes expandir tu círculo social

Es el cumpleaños de tu novio y estas comiendo con tu ex mientras ven un video donde aparece uno de los mejores amigos de él, con quien estuviste a punto de tener una relación.

Bueno para el ego, malo para la salud mental.

sábado, septiembre 23, 2006

El Concierto II

Franz Ferdinand en el Auditorio Nacional de la Cd. de México

11 de septiembre, weird date, huh? Con la hora y media que llegamos anticipádamente no se podía hacer mucho. Tomamos un café y un hot pretzel con la cantidad justa de sal para retener líquidos durante 40 días con sus noches. Luego hicimos una visita a la primera hilera de carpas que se extendían en medio de la entrada del Auditorio y una segunda hilera, donde los seguidores del nuestro maravilloso presidente ilegítimo, Andrés Manuel López Obrador, desplegaban lonas y mantas con mensajes agresivos que llamaban a las armas o condenaban a figuras públicas de la política y los medios. Tampoco podían faltar los revendedores que gritaban a lo lejos: "¿Te hacen falta boletos, amiga?"

A las 20:00 fue el acceso y comenzó a tocar un organista. ¿Qué hacía un hombre trajeado tocando el órgano antes de una sobredosis de Indie-Pop? El misterio me sobrepasa. A las 20 y 30 tocó el grupo "abridor". A diferencia de la media de los grupos que han desempeñado tan peligrosa función, Bengala llegó y se fue con dignidad. Tuvo como invitados a Tito de Molotov y a Emmanuel del Real de Cafe Tacuba. El sonido era fuerte pero sin mínima distorsión. Lo que vino después fue cansado. A ritmo de las canciones más extrañas de Mambo, Cumbia y Rock Alternativo bilingüe, los divos de Franz Ferdinand se hicieron esperar hasta las 21:40. De hecho, fue poco comparado con la espera de alrededor de un año para presentar en vivo su disco You Could Have It So Much Better.

El concierto abrió con la canción This Boy. Alex Kapranos, con su atrayente acento escocés, habló en buen español las frases de rigor como "Buenas Noches", "Viva México, cabrones", "México, ¿están listos para bailar?" y presentó a cada miembro del grupo con el título de "Señor": el bajista Bob Hardy, el baterista Paul Thomson, el guitarrista Nick McCarthy y él mismo. Los más vitoreados fueron Alex y Nick con toda razón: son los autores de la mayoría de las canciones, guitarristas, vocalistas, a sumarle que no son físicamente desdeñables. Las canciones que causaron mayor conmoción fueron The Dark of the Matinee, The Fallen, This Fire, Take me Out, Michael, Walk Away, Outsiders y Jacqueline.

A las 22:30 se despidieron de manera cortante, se apagaron las luces y se hizo la confusión total durante algunos minutos. No faltó mucho para que se oyeran los silbidos y los aplausos impacientes. De no ser por mi terrible decepción y mi reciente enamoramiento, tal vez me hubiera unido al nuevo espectáculo del lado de la audiencia. De pronto, se encendió una luz en el escenario y apareció Alex solo, con una guitarra electroacústica: "Jacqueline was seventeen...". Los gritos se reanudaron y le perdonamos el histrionismo. Todos son grandes showmen, pero el que se voló la barda fue el baterista quien bajó a convivir con sus fans hasta que lo tuvieron que llamar al escenario.

La gran revelación fue la canción de Outsiders, una canción generalmente considerada sin pena ni gloria. Cuando la tocaron, el escenario se llenó gradualmente. Aparecieron dos percusionistas más que, junto con Thomson, compartieron la misma bateria. El sonido era limpio y armónico. Lo mejor no fue eso, sino que de pronto aparecieran unos danzantes con sus penachos y tambores para acompañar a la batería, las guitarras y el bajo. Era cómico ver a los chicos de Franz dando brinquitos en un afán mimético que sólo demostraba un folclorismo absurdo yet irresistible.

La noche terminó con This Fire, a las 23 y 15. Fue fantástica: Un ambiente descontrolado, estar con Wong, histeria colectiva, música de calidad y lo mejor de todo fue Kapranos cantando: "So sexy, you're sexy. Come and dance with me Michael". Nothing sexier.


Las canciones del concierto:
  • Del disco Franz Ferdinand
Jacqueline
Tell Her Tonight
Take Me Out
The Dark Of The Matinee
Auf Asche
This Fire
Darts of Pleasure
Michael
Come On Home
40'
  • Del disco You Could Have It So Much Better
The Fallen
Do You Want To
This Boy
Walk Away
Evil and a Heathen
Eleanor Put Your Boots On
I'm Your Villain
Outsiders

El Concierto I

Punto de vista de la Economista

Los recursos escasos eran un hecho. El intento de abatir los costos fijos de mi vida universitaria durante las semanas anteriores a la compra de los boletos, había sido en vano. La inflación, las tasas de interés y las necesidades ilimitadas desplazaron mi curva de demanda hacia la izquierda y el equilibrio se situó en las coordenadas (1, 420) donde la abscisa estaba definida como "q" o mi cantidad demandada de boletos, y la ordenada en "p" o el precio. Sin embargo, el Caeteris Paribus (Todo lo demás constante) no aplicaba y debía hacer frente a nuevos gastos. Analizando un poco el mercado, era probable que en dos o tres semanas no se agotaran los boletos de la sección idónea. El costo de oportunidad aumentaba exponencialmente: por un lado, podía esperar a estabilizarme y reducir el riesgo de sacrificar consumo futuro; pero por el otro, los buenos asientos de la sección podían ocuparse y yo perdería mi oportunidad de ir a uno de los mejores conciertos del año.

El resultado fue que, por la tardanza, terminé con boletos en una sección más alejada. La conclusión es que la Falacia de Composición (lo que es bueno para la parte lo es para el todo) y la Falacia Post Hoc (un argumento DEBE suceder dada la ocurrencia de otro) no son Falacias sino mentadas de madre.

Hablando en términos de la gente decente, la segunda conclusión es que debo dejar de escuchar a la parte de mí misma que "aprieta desde abajo el tubo de dentífrico", como criticaría Oliveira en Rayuela de Cortázar.

I rest my case.

miércoles, septiembre 13, 2006

Hallazgo #3

Hay voces tan sutiles que parecen ser parte del propio pensamiento. Hay otras que parecen ser habladas por uno mismo sin darse cuenta, por la proximidad que tienen con el diálogo interno. Pero cuando una voz es ambos engaños y aún entonces uno se encuentra de frente con su espeluznante origen, es acaso la mente que se nos hace materia como una película fina tendida sólo ante los propios ojos.

La bruja

Caminaba con cierta preocupación por una calle diagonal. Concentrada en pasar un crucero de frente y sin tener que parar en dos esquinas, escuché una voz. A mi lado, casi imperceptible, estaba un despojo de mujer, flaca, pequeña, morena, de ojos grandes y dedos alargados que se extendían hacia mí.

—Señorita, ¿quiere que le lea la mano? —aunque no hubiera entendido sus palabras, mi respuesta hubiera surgido con la misma naturalidad y con ese temblor.
No, gracias.
—Puedo decirle cómo deshacerse de quien le hace daño, puedo darle un remedio para lo que le preocupa, puedo darle las respuestas que busca, puedo decirle si vale la pena vivir la vida que vive —había volteado la cara hacía el crucero fingiendo ignorarla. No sería la primera vez que me leerían la mano. Hacía tres años que me había topado con una de su gremio y accedí a la lectura para probar públicamente que no tenía miedo ni creía en ello. Manera curiosa. En esa ocasión, la bruja me dijo que debía encender una vela blanca y repetir el nombre de mi amante trece veces mientras pasaba mis dedos por la flama para evitar que una mala mujer nos separara. Nunca encendí esa vela. En fin, no quería creer en las brujas, pero la que entonces se paraba a mi lado y me miraba fijamente, me tenía aterrada en la duda.

—No, en verdad, gracias
—se alejó unos pasos y caminó a mis espaldas un rato. Viré en direcciones confusas para perderla, estando tan cerca de mi casa como estaba. Seguía sintiendo su presencia y oyendo su arrastrar de pies, pero la realidad era que ya no me seguía. Entonces hui para recluirme en casa el resto de la tarde.

Por la noche, antes de conciliar el sueño, brinqué entre las cobijas. La bruja de aquel día era muy parecida a la que haría unos años, me miraba con ojos afilados y acariciaba mi palma derecha con sus dedos morenos y largos. Mi mano izquierda de inmediato tomó a su compañera para protegerla de una mujer invisible. "Todas deben ser iguales", me dije y cerré los ojos contra la almohada.

martes, septiembre 12, 2006

Fuentes del Derecho, un ejemplo pirotécnico

¿Supiste que se quemó un mercado en Tultepec? —dijo mi madre mientras conducía frenética por Eje 7 Sur.
—¡Igual que el año pasado! También fue por estas fechas, ¿no?
El mero 15 de septiembre, es que ahí venden los cuetes. Ahora al menos fue por la noche, porque la vez pasada fue en la tarde, cuando la gente estaba comprando, y hubo muertos y hasta se incendiaron coches.
—Por mucha tradición que sea, debería de dejarse de vender los cuetones —y sin mirarnos, como siempre que compartimos el auto, dijimos al unísono.
Es peligroso [Fuente Real].
Es ilegal [Fuente Formal].

Y como dicen popularmente: ¡Viva México, cabrones!

martes, septiembre 05, 2006

Hallazgo #2

El arquetipo de Hombre

Lo vi caminando un poco delante de mí sobre la misma acera. Un extraño. Hacía viento y su saco café a cuadros luchaba por mantener el equilibrio apretándose contra sus costados. Me apresuré para verle de cerca: cabello castaño y quebrado, en una cola de caballo impecable, barba abundante pero recortada, ojos hundidos y la mejor nariz que haya visto.


Fingí detenerme para buscar algo en mi bolsillo y dejé que se adelantara de nuevo. Esta vez vi que, a pesar de sus ropas formales, llevaba un morral tejido. No me quedaba duda, tenía 27 años y era egresado de Lengua y Literatura Inglesas, pintor en sus ratos libres, dramaturgo por las noches y mi fantasía justo entonces. Lo seguiría sin importar a dónde fuera.

De pronto, se detuvo al lado de un minisúper.
Entró.
Seguí de largo y cuando llegué a casa, Wong estaba esperándome.

sábado, septiembre 02, 2006

Publicidad para el morro

Yo creía que Wayne's World no podía ser más graciosa, que Dana Carvey y Mike Myers habían hecho sus mejores papeles. Nadie contaba con que serían superados por EL doblaje.

Benjamin: Wayne, listen, we need to have a talk about Vanderhoff. The fact is he's the sponsor. You signed a contract guaranteeing him concessions, like a spot on the show.
Wayne: That's where I see things differently: contract or no, I will not bow to any sponsor.
Benjamin: I'm sorry you feel that way, but it's the nature of the beast.
Wayne: Maybe I'm wrong on this one, but for me the beast doesn't include selling out. Garth, you know what I mean, right?



Garth:
It's like people only do things because they get paid, and that's just really sad.

Wayne: I can't talk about it any more; it's giving me a headache.
Garth: Here. Take two of these.
Wayne: Oh, Nuprin. Little. Yellow. Different.
Benjamin: Look, you can stay here in the big leagues and play by the rules or go back to the farm club in Aurora, your choice.
Wayne: Yes, and it's the choice of a new generation.

Hallazgo #1

La vieja pudorosa

La veo debajo de un anuncio oxidado que ofrece lavado de prendas en seco. En la puerta de vidrio cuelgan algunas cartulinas: "Se compran libros", "Venta de libros desde $10", "Se solicita ayudante". Estoy en la esquina contraria, pero casi siento el olor delicioso de las costuras viejas, e imagino las anotaciones al pie de página de manos anónimas y a mis dedos acariciando los títulos impresos sobre lomos raídos. De pronto estoy viendo los estantes. Hay tantos libros que quiero llevar a casa y sé que en mi bolsillo apenas hay unos cuantos pesos.


Voy a la pared de barata. Me reciben manuales de sistemas operativos aracaicos, algunos best sellers setenteros, Constituciones no actualizadas, libros de texto y varios de Ian Fleming sobre James Bond. Entre todos ellos encuentro el Kama Sutra en edición conjunta con el Ananga Ranga, sólo texto, sin imágenes morbosas. Muchas páginas, cero ilustraciones, largo prefacio... debe ser una publicación seria. Lo tomo y busco al encargado.

Una mujer de alrededor de sesenta y cinco años me señala a una anciana, la dueña del lugar que revisa notas sentada detrás de un escritorio. Mientras la espero, la primera señora me pregunta:

¿Que compraste?
El Ananga Ranga le digo con cierto pudor esperando que no tenga idea de lo que le hablo y sin enseñarle la portada.
Ah, el Kama Sutra dice con asombro disimulado tras haberse asomado a mi regazo con los anteojos recién puestos.
Sí, y el Ananga Rangale respondo fingiendo, tan bien como ella, que no me incomoda su curiosidad. No sé por qué, pero me siento responsable de lo que esa señora piense de mí.

La anciana del escritorio se desocupa y sin mirarme a los ojos me cobra veinte pesos. Tomo el libro con resolución y me interrumpe:

¿No prefiere llevarlo en una bolsa?
No, gracias.

De salida, oigo un grito entre sarcástico y moralista de la mujer con anteojos:

¡Que lo disfrutes!
Graciasrespondo con algo de risa, nerviosa por supuesto, y me voy.

Recuerdo el cártel donde se solicitaba un ayudante. Qué lástima, arruiné mi primera entrevista.

viernes, septiembre 01, 2006

Nouvelle habitude

Parecería que al subirse a un automóvil se activaran a los lados de la cara barreras para no ver otra cosa que los semáforos y los camiones que toman el carril de alta, como las que se ponen a los caballos para que no pierdan de vista el camino.

Y yo últimamante me he cansado de ser un caballo más en esta ciudad de carretas motorizadas.

Me he decidido a mirar, a caminar por las viejas calles de siempre para ver qué encuentro.