Mientras se paga en la farmacia:
M: Dígame, señor
H: ¿Me puede dar por favor un paquete de 3 condones, sí, de esos; también lubricante vaginal y... unos guantes de latex?
M: ...
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lunes, septiembre 15, 2008
jueves, octubre 05, 2006
Hilo negro
Muchos hombres, los ociosos por supuesto, se preguntan por qué las mujeres van al baño tantas veces al día. Hay quienes han tratado de documentar el comportamiento de la mujer alrededor del antes mecionado rito, y los más sagaces han intentado cronometrar los tiempos exactos sin haber obtenido conclusiones satisfactorias. Y es que pareciera que las mujeres utilizamos el sanitario de forma aleatoria, a horas del día inconexas y con intervalos temporales plusquevariables. Si se hiciera una encuesta, las respuestas de las entrevistadas se parecerían mucho a:
Volviendo a la pregunta original:
Las mujeres vamos tanto al baño porque nosotras también tenemos necesidades de autoestima y seguridad que satisfacer. Para nuestra mala suerte, los indicadores infalibles del género son sólo visibles en esquemas arcaicos de libros de Biología. Aun suponiendo que los mencionados indicadores fueran tangibles, ni esa ni cualquier otra forma de cerciorarse se prestaría a la improvisación de excusas socialmente aceptadas.
He ahí el hilo negro... o no.
- Para retocarme/revisarme el maquillaje
- Es que tomo mucha agua para mantener mi figura
- Porque estoy en mis días/Porque llegó Andrés [el que viene cada mes]
Volviendo a la pregunta original:
Las mujeres vamos tanto al baño porque nosotras también tenemos necesidades de autoestima y seguridad que satisfacer. Para nuestra mala suerte, los indicadores infalibles del género son sólo visibles en esquemas arcaicos de libros de Biología. Aun suponiendo que los mencionados indicadores fueran tangibles, ni esa ni cualquier otra forma de cerciorarse se prestaría a la improvisación de excusas socialmente aceptadas.
He ahí el hilo negro... o no.
sábado, septiembre 02, 2006
Hallazgo #1
La vieja pudorosa
La veo debajo de un anuncio oxidado que ofrece lavado de prendas en seco. En la puerta de vidrio cuelgan algunas cartulinas: "Se compran libros", "Venta de libros desde $10", "Se solicita ayudante". Estoy en la esquina contraria, pero casi siento el olor delicioso de las costuras viejas, e imagino las anotaciones al pie de página de manos anónimas y a mis dedos acariciando los títulos impresos sobre lomos raídos. De pronto estoy viendo los estantes. Hay tantos libros que quiero llevar a casa y sé que en mi bolsillo apenas hay unos cuantos pesos.
Voy a la pared de barata. Me reciben manuales de sistemas operativos aracaicos, algunos best sellers setenteros, Constituciones no actualizadas, libros de texto y varios de Ian Fleming sobre James Bond. Entre todos ellos encuentro el Kama Sutra en edición conjunta con el Ananga Ranga, sólo texto, sin imágenes morbosas. Muchas páginas, cero ilustraciones, largo prefacio... debe ser una publicación seria. Lo tomo y busco al encargado.
Una mujer de alrededor de sesenta y cinco años me señala a una anciana, la dueña del lugar que revisa notas sentada detrás de un escritorio. Mientras la espero, la primera señora me pregunta:
—¿Que compraste?
—El Ananga Ranga —le digo con cierto pudor esperando que no tenga idea de lo que le hablo y sin enseñarle la portada.
—Ah, el Kama Sutra —dice con asombro disimulado tras haberse asomado a mi regazo con los anteojos recién puestos.
—Sí, y el Ananga Ranga —le respondo fingiendo, tan bien como ella, que no me incomoda su curiosidad. No sé por qué, pero me siento responsable de lo que esa señora piense de mí.
La anciana del escritorio se desocupa y sin mirarme a los ojos me cobra veinte pesos. Tomo el libro con resolución y me interrumpe:
—¿No prefiere llevarlo en una bolsa?
—No, gracias.
De salida, oigo un grito entre sarcástico y moralista de la mujer con anteojos:
—¡Que lo disfrutes!
—Gracias— respondo con algo de risa, nerviosa por supuesto, y me voy.
Recuerdo el cártel donde se solicitaba un ayudante. Qué lástima, arruiné mi primera entrevista.
La veo debajo de un anuncio oxidado que ofrece lavado de prendas en seco. En la puerta de vidrio cuelgan algunas cartulinas: "Se compran libros", "Venta de libros desde $10", "Se solicita ayudante". Estoy en la esquina contraria, pero casi siento el olor delicioso de las costuras viejas, e imagino las anotaciones al pie de página de manos anónimas y a mis dedos acariciando los títulos impresos sobre lomos raídos. De pronto estoy viendo los estantes. Hay tantos libros que quiero llevar a casa y sé que en mi bolsillo apenas hay unos cuantos pesos.
Voy a la pared de barata. Me reciben manuales de sistemas operativos aracaicos, algunos best sellers setenteros, Constituciones no actualizadas, libros de texto y varios de Ian Fleming sobre James Bond. Entre todos ellos encuentro el Kama Sutra en edición conjunta con el Ananga Ranga, sólo texto, sin imágenes morbosas. Muchas páginas, cero ilustraciones, largo prefacio... debe ser una publicación seria. Lo tomo y busco al encargado.
Una mujer de alrededor de sesenta y cinco años me señala a una anciana, la dueña del lugar que revisa notas sentada detrás de un escritorio. Mientras la espero, la primera señora me pregunta:
—¿Que compraste?
—El Ananga Ranga —le digo con cierto pudor esperando que no tenga idea de lo que le hablo y sin enseñarle la portada.
—Ah, el Kama Sutra —dice con asombro disimulado tras haberse asomado a mi regazo con los anteojos recién puestos.
—Sí, y el Ananga Ranga —le respondo fingiendo, tan bien como ella, que no me incomoda su curiosidad. No sé por qué, pero me siento responsable de lo que esa señora piense de mí.
La anciana del escritorio se desocupa y sin mirarme a los ojos me cobra veinte pesos. Tomo el libro con resolución y me interrumpe:
—¿No prefiere llevarlo en una bolsa?
—No, gracias.
De salida, oigo un grito entre sarcástico y moralista de la mujer con anteojos:
—¡Que lo disfrutes!
—Gracias— respondo con algo de risa, nerviosa por supuesto, y me voy.
Recuerdo el cártel donde se solicitaba un ayudante. Qué lástima, arruiné mi primera entrevista.
viernes, abril 07, 2006
Out
Hay muchos modos de molestar a una profesora de Filosofía. Son especialmente detestables aquellas "misses" que interpretan un texto antropológico y le dan carácter moral con conclusiones radicales. Por ejemplo, una de las conclusiones más memorables, y que más me dediqué a debatirle a mi profesora actual, fue la imposibilidad de que se pueda formar una familia con una pareja homosexual como base. Habíamos leído un texto donde se respalda que las relaciones deben ser monógamas y heterosexuales. Uno de los argumentos era que inclusive en las relaciones homosexuales uno de los participantes simpre toma el rol femenino y el otro el masculino, aunque sea por turnos. La clase, para ella, consistía en comprobar que cualquier relación homosexual, uniparental o esteril no podía constituir una familia.
Yo, a pesar de reconocer por mi parte cierta falta de información al respecto, no podía soportar que las mentes bastante influenciables de mis compañeros se quedaran con esa información, al menos no sin presentar batalla. El argumento más fuerte del autor a favor de la heterosexualidad era la complementariedad. Entonces, ¿no aceptaba él mismo que podía haberla entre personas del mismo sexo en tanto que ellos tomaran un rol femenino o masculino en la relación? La profesora me dio la razón un instante, pero luego el resto de los ultraconservadores/homofóbicos la respaldaron hablando de las potencias del hombre. En la teoría que nos han dado a conocer, existen 4 facultades en el hombre (Llano, 2000, p. 13). Dos son universales (trascendentales): inteligencia y voluntad; las otras dos son particulares (sensibles): sentidos y apetitos. De ellas, las aprehensivas (que captan la esencia de las cosas) son los sentidos y la inteligencia; y las tendenciales son la voluntad y los apetitos1.
En fin, las personas de las que hablo decían que la falta de complemetariedad física entre personas del mismo sexo impedía conocer la esencia al uno del otro por las tendencias sensibles. Pero, ¿no es aún más valioso el poder superar las sensaciones generadas por las tendencias sensibles y pasar al plano de lo espiritual y trascendental? Entonces, la profesora salió con las excusas más banales posibles. Dijo que no podía haber una relación monógama entre homosexuales porque en "general" son personas promiscuas (detalle que fundamentó en la búsqueda inalcanzable de complementariedad física), que son celosas de los logros profesionales de su pareja (lo cual, para ella, es una negación del amor) y cerró diciendo que muchos veían la homosexualidad como una opción para experimentar pero sin estar convencidos (esto limita el ejercicio de su libertad). Para empezar intenté dejar en claro que ser homosexual no es una tendencia desechable sino algo que se vive. Y desde ese punto de vista, sus generalizaciones tan sólo hablaban de una minoría que ni siquiera podía considerarse homosexual sino simplemente inmadura y absurdamente competitiva (producto de males sociales y no de la homosexualidad). Y luego dije que si existía un sector con ese comportamiento, era producto de la discriminación. Cuando una actividad se restringe, aumenta la incidencia en ella. Puse el ejemplo de que si en la universidad prohibieran fumar, seguramente a algunas personas débiles les llamaría la atención empezar a hacerlo. Me lo negó y le di el dato de las drogas en Holanda. Cuando se legalizaron algunas drogas, disminuyó el consumo de las drogas legales y aumentó el de las ilegales. Me dijo que no estaba de acuerdo. "¿No está de acuerdo con los hechos?" STRIKE 1.
Luego, seguimos la discusión. Me argumentaban, con respecto al tema de las tendencias, que no se podía llegar a lo trascendental sin haber pasado por lo sensible. Les di la razón, pero recordé una discusión previa con la profesora en la que ella había dicho que el enamoramiento no es eterno y que lo que queda en su lugar, sin opción, es un cariño profundo mutuo en el cual se aceptan los errores y defectos del otro asumidos por las potencias superiores del hombre. Y comenté que la falta de complementariedad meramente física era importante sólo de forma transitoria. Porque los homosexuales, como los heterosexuales, no buscan únicamente satisfacer sus deseos sexuales sino una intimidad más relevante. Un ejemplo son las parejas con mucho tiempo juntas, en quienes el papel del sexo va relegándose hasta tener importancia casi nula.
La mujer sacó el cobre. Su argumento fue que eso se acepta en las parejas heterosexuales porque el amor se reafirma en el matrimonio y en la fecundidad para que el humano se plenifique. ¿Es decir que una mujer esteril nunca puede ser plena ni amar porque no tiene hijos? ¿Y un hombre o mujer que decide que es más feliz sin casarse? Su respuesta fue negativa. Me reí cinicamente. Para entonces ya varias personas habían captado el ultraconservadurismo y se pronunciaban en desacuerdo. Los partidarios de la profesora sacaban conclusiones como "Pero imáginate que adopten, habría niñitos y niñitas homosexuales por todos lados porque crecerían viéndolo como algo natural". Lo decían poniendo caras de asco que me hacían creer que ellos eran los verderamente repugnantes. La profesora no aguantó la presión y dijo que ya era suficiente de ese tema. STRIKE 2
Yo me rehusé a dejar de discutirlo, ahora acepto que fue una falta de respeto el no ponerle atención por considerar mi plática más relevante que su clase, y entonces me pidió abiertamente y de mal modo que me callara de una vez. Pensé en salirme del salón como muestra de inconformidad, pero eso me impediría continuar la guerra que ella y yo nos declaramos ese día sin palabras. Y me quedé ahí, escuchándola y planeando. Planeando un tercer Strike y contando las Bolas de la tarde.
1Llano, C. (2000) La formación de la inteligencia, la voluntad y el carácter. México: Trillas
Yo, a pesar de reconocer por mi parte cierta falta de información al respecto, no podía soportar que las mentes bastante influenciables de mis compañeros se quedaran con esa información, al menos no sin presentar batalla. El argumento más fuerte del autor a favor de la heterosexualidad era la complementariedad. Entonces, ¿no aceptaba él mismo que podía haberla entre personas del mismo sexo en tanto que ellos tomaran un rol femenino o masculino en la relación? La profesora me dio la razón un instante, pero luego el resto de los ultraconservadores/homofóbicos la respaldaron hablando de las potencias del hombre. En la teoría que nos han dado a conocer, existen 4 facultades en el hombre (Llano, 2000, p. 13). Dos son universales (trascendentales): inteligencia y voluntad; las otras dos son particulares (sensibles): sentidos y apetitos. De ellas, las aprehensivas (que captan la esencia de las cosas) son los sentidos y la inteligencia; y las tendenciales son la voluntad y los apetitos1.
En fin, las personas de las que hablo decían que la falta de complemetariedad física entre personas del mismo sexo impedía conocer la esencia al uno del otro por las tendencias sensibles. Pero, ¿no es aún más valioso el poder superar las sensaciones generadas por las tendencias sensibles y pasar al plano de lo espiritual y trascendental? Entonces, la profesora salió con las excusas más banales posibles. Dijo que no podía haber una relación monógama entre homosexuales porque en "general" son personas promiscuas (detalle que fundamentó en la búsqueda inalcanzable de complementariedad física), que son celosas de los logros profesionales de su pareja (lo cual, para ella, es una negación del amor) y cerró diciendo que muchos veían la homosexualidad como una opción para experimentar pero sin estar convencidos (esto limita el ejercicio de su libertad). Para empezar intenté dejar en claro que ser homosexual no es una tendencia desechable sino algo que se vive. Y desde ese punto de vista, sus generalizaciones tan sólo hablaban de una minoría que ni siquiera podía considerarse homosexual sino simplemente inmadura y absurdamente competitiva (producto de males sociales y no de la homosexualidad). Y luego dije que si existía un sector con ese comportamiento, era producto de la discriminación. Cuando una actividad se restringe, aumenta la incidencia en ella. Puse el ejemplo de que si en la universidad prohibieran fumar, seguramente a algunas personas débiles les llamaría la atención empezar a hacerlo. Me lo negó y le di el dato de las drogas en Holanda. Cuando se legalizaron algunas drogas, disminuyó el consumo de las drogas legales y aumentó el de las ilegales. Me dijo que no estaba de acuerdo. "¿No está de acuerdo con los hechos?" STRIKE 1.
Luego, seguimos la discusión. Me argumentaban, con respecto al tema de las tendencias, que no se podía llegar a lo trascendental sin haber pasado por lo sensible. Les di la razón, pero recordé una discusión previa con la profesora en la que ella había dicho que el enamoramiento no es eterno y que lo que queda en su lugar, sin opción, es un cariño profundo mutuo en el cual se aceptan los errores y defectos del otro asumidos por las potencias superiores del hombre. Y comenté que la falta de complementariedad meramente física era importante sólo de forma transitoria. Porque los homosexuales, como los heterosexuales, no buscan únicamente satisfacer sus deseos sexuales sino una intimidad más relevante. Un ejemplo son las parejas con mucho tiempo juntas, en quienes el papel del sexo va relegándose hasta tener importancia casi nula.
La mujer sacó el cobre. Su argumento fue que eso se acepta en las parejas heterosexuales porque el amor se reafirma en el matrimonio y en la fecundidad para que el humano se plenifique. ¿Es decir que una mujer esteril nunca puede ser plena ni amar porque no tiene hijos? ¿Y un hombre o mujer que decide que es más feliz sin casarse? Su respuesta fue negativa. Me reí cinicamente. Para entonces ya varias personas habían captado el ultraconservadurismo y se pronunciaban en desacuerdo. Los partidarios de la profesora sacaban conclusiones como "Pero imáginate que adopten, habría niñitos y niñitas homosexuales por todos lados porque crecerían viéndolo como algo natural". Lo decían poniendo caras de asco que me hacían creer que ellos eran los verderamente repugnantes. La profesora no aguantó la presión y dijo que ya era suficiente de ese tema. STRIKE 2
Yo me rehusé a dejar de discutirlo, ahora acepto que fue una falta de respeto el no ponerle atención por considerar mi plática más relevante que su clase, y entonces me pidió abiertamente y de mal modo que me callara de una vez. Pensé en salirme del salón como muestra de inconformidad, pero eso me impediría continuar la guerra que ella y yo nos declaramos ese día sin palabras. Y me quedé ahí, escuchándola y planeando. Planeando un tercer Strike y contando las Bolas de la tarde.
1Llano, C. (2000) La formación de la inteligencia, la voluntad y el carácter. México: Trillas
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religión,
sexo,
universidad
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