Lo primero es una vitrina alta donde una paloma blanca, suspendida en formaldehído, abre sus alas y mira hacia su techo inalcanzable; a cierta distancia bajo sus patas, un cráneo humano. Al frente y a los lados del visitante se desenvuelve el universo de Damien Hirst: Corazones animales rodeados de alambres de púas e inserciones de agujas, escalpelos y navajas varias; spin paintings, anaqueles de medicinas para llevar "a bordo de la nave de los tontos".
Sus animales me recuerdan a las monjas coronadas: la muerte retratada, la muerte suspendida en solución. Las segundas para consagrarse a Dios eternamente, los primeros para consagrarse al hombre "en tanto que". Como el buen teatro del absurdo, la exposición grita con una desolación apabullante las grandes paradojas.
Obligar a la vida es como prolongar la muerte.
Aquí y allá parece que las mariposas "escépticas" revoltean susurrando en mil voces y mil lenguas: Cinco millas más, dos, media, para no morir. Tras un cristal, más hermosas que antes. Los demás, inflamados de solución azulada, y lo bien que Lo han engañado. Casi se mueven, casi... SON. Vulgares quienes nos llamen tontas. Hemos trascendido a Dios, quién es aquél a quien no necesitamos.
Nadie puede escucharlas.
La exposición, Mors Dei, es una carcajada sarcástica y tenebrosa, un escupitajo a la cara de los falsos ateos y los falsos creyentes. La Resurrección de una fe.
Hasta el 31 de agosto
Galería Hilario Galguera
Calle Francisco Pimentel #3
Colonia San Rafael
México, D.F.
2 comentarios:
Voy a buscar por ahí para ver esto de lo que me hablas!
Adán y eva bajo la mesa es impactante. Realmente gráfico.
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