lunes, abril 03, 2006

La palabra: Terror

Necesidad incontenible de subir las escaleras de espaldas. La inmensidad obscura de la sala amenaza con presencias de inframundo. Un sentimiento parece anunciar que súbitamente aparecerá una sombra corriendo hacia ti con la cabeza gacha, pero dispuesta a mirarte con su rostro desfigurado e ignoto de ojos refulgentes. Y no importa cuánto te prepares para el día en que eso pase, sabes que no podrás soportarlo. Sólo queda hablar con los demonios, desearles las buenas noches, evitar mencionarlos a otras personas, revisar bien la habitación antes de dormir, y esperar despierto un poco después de apagar la luz.

De cualquier modo, cuando suene el despertador dudarás antes de presionar el botón de Snooze por miedo a que, si permaneces acostado más tiempo, descubras a tu espalda una respiración pesada, sientas el colchón hundirse con peso ajeno, y tal vez decidas no volver a levantarte por miedo al encuentro inevitable. Así que huyes ante los primeros destellos del día hacia la calle, la escuela, el trabajo, un par de muslos en otra cama lo más alejada posible de la tuya. Tormento de saberte de vuelta aún horas antes de pararte frente la puerta con las llaves en la mano.

Tienes visiones de ti abriendo la puerta y encontrándolos, a todos reunidos, esperándote, llamándote por tu nombre, intentando arrastrarte hacia su mundo de tormentos. Ahí te encerrarán en una casa, justo como la tuya, de la que no podrás salir y se materializarán de todas las formas posibles por la eternidad. O tal vez, prometan materializarse y nunca lo hagan y te mantengan subiendo las escaleras de espaldas, suponiendo su presencia, alargando tu vigilia, acortando tu sueño, fantaseando.

Ehem, ehem. Por cierto, hay una convocatoria en internet para escoger la palabra más bella de nuestro idioma. Hay propuestas de lo más raras; vale la pena checar el link. Sólo denle click al título de este post.

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