viernes, abril 28, 2006

Manías

La gente vive negando sus manías. Hay quienes caminan esquivando las rayas del pavimento o los espacios entre losas. También hay personas que se tocan las orejas mientras hablan, que les gusta levantarse de la cama con el pie derecho, que pueden detectar el cambio más mínimo en el orden de sus cajones. Y son esas manías las que hacen que conocer a alguien sea perturbador y a la vez tan familiar.

Chispita, por ejemplo, tiene la manía de mandar besos. Uno de sus chips determinantes de la comunicación no verbal se atrofió durante la etapa natural de los vestidos rosas con olanes y las muñecas
barbi. Sus deseos de ser una cantante famosa no se viciaron y pudrieron como en el resto de las niñas, sino que crecieron y sus raíces tomaron control del neocórtex. Esto explicaría tantas cosas...

Wong tiene la manía de patear todo lo que se cae al piso. A veces logra rescatar las cosas en su trayecto hacía abajo, pero generalmente reacciona tarde y el lápiz, la cuchara o el animal en peligro de extinción termina por ser despedido a varios metros de distancia. Resulta difícil saber, a ciencia cierta, si las cosas que se le extravían en realidad fueron impulsadas tan lejos que han caído por el borde de la Tierra. Muchos hemos intentado cambiar su mecanismo, pero parece que ni todos los Exp. points y MP del mundo podrían lograrlo.

Mi manía es menos interesante. De vez en cuando y sin razón aparente me despierto a la mitad de la noche con una idea en la cabeza. La maldita no me deja en paz hasta que enciendo la lámpara, tomo un cuaderno y garabateo algunos párrafos sobre ella. Para cuando termino, generalmente a la mitad de cualquier cosa parecida a un texto, me doy cuenta de que la perdí; la tan maravillosa idea quedó satisfecha con mi insomnio y huyó con la promesa de andar perdida entre las sábanas hasta quién sabe cuándo. Entonces, puedo pasar días, semanas o hasta meses con el cuaderno en la mano a todas horas esperando que la idea se compadezca de mi vigilia.

Guajis es caso especial. Su manía es ponerle nombre a todo lo que no lo tiene, o al menos no lo tiene para ella. Un claro ejemplo es el Skypbo-gay (palabras que no deben pronunciarse sin su sonsonete y coreografía característicos), una modalidad inédita del juego de cartas que un amigo genio se encargó de complicar para nosotros. Guajis lo bautizó. Otro de sus nombres es el inconfundible Momo Mrefrescante (aún en trámite), bebida cuasi radiactiva y afrodisiaca compuesta por tres ingredientes, casi imposibles de reconocer, que comienzan con la letra eme. Si Shakepeare la hubiera conocido, a rose wouldn't smell as sweet y Shakespeare no se llamaría Shakespeare.

No hay comentarios.: