domingo, mayo 20, 2007

Manifold

La emoción se mueve sobre un camino sinuoso, pero de vez en cuando corre por llanos. Y ahora creo que este llano no es otra cosa que la línea recta en un manifold y que no debo moverme porque podría caer algunas dimensiones por el espacio Euclidiano. Las líneas, entonces, quizá sean largos hilos que se intersectan, hilos resbalosos por los que me deslizo sin voluntad. Debajo está el vacío con sus múltiples intervalos de existencia.

Y ahora, topándo contra una maraña, me detengo con brusquedad y me siento sobre la línea. Me balanceo como en una hamaca; cuento las estrellas que no hay en esta obscuridad que se cierne, asfixiante, sobre mí. A partir de aquí se extienden los horizontes y siento el vértigo. La estética de la vida se reduce a esto, las ilusiones de paz y belleza se traducen en la existencia absoluta. Y todo tiene tanto sentido que comienzo a llorar y a sangrar por todas las cavidades y, mientras me desmembro, cada parte de mí puede ver y sentir la ingravidez que me extiende por el infinito hasta que soy menos que masa, mero combustible de le relatividad.

En esta paz puedo poseer las mejores cosas que tuve:
El Gospel y la voz de Wong
Fresas maduras nadando en la boca
La loción de mi padre
Lavinia sobre un tronco muerto
Hacer el amor y la rayuela

Estoy mejor así, lejos del centro. No quiero regresar, no quiero regresar.

1 comentario:

Gilmar Ayala Meneses dijo...

Muchas veces hay que acercarse al centro para volver a proyectarse hacia el exterior. Confía que todo tiende a ordenarse en el caos...