Hoy Etienne me prometió presentarme a alguien extraordinario, una persona tan interesante que me dejaría recogiendo mi ego por pedazos durante días. Era... (¿están listos?)... Chispita. Sí, Chis-pi-ta. Una mujer condenada desde el nombre. La vi a lo lejos. Su blusa de marca se esforzaba demasiado para parecer proveniente de Coyoacán o el Chopo. Sus jeans en las caderas, quizá cosidos esa misma mañana alrededor de su cuerpo, comprimían las carnes grotescamente. El resto de su imagen compuesta por detallitos inexplicables gritaba: "Esto es lo que viste la gente como ustedes, no?" Quizá cuando vio que éramos personas sin afiliación clara de moda se desilusionó un poco. Pero tuvo la nobleza de darnos la oportunidad de disfrutar su compañía, y lo que descubriríamos nos dejaría reconsiderando la veracidad de nuestros prejuicios.
Supimos de nuestra equivocación cuando la oímos hablar. El tono chillón se adornaba de frases maravillosas como: "Está súper-cool", "Cero que me influya lo que diga esa pendeja", "Sólo lo besé una vez y mi güey no me dijo nada", "O sea, ultra-mega-loser". Ante este lenguaje, plagado de neologismos, mi ego comenzó a desbaratarse. Esta mujer era, tal vez, la fundadora de una lengua universal como el esperanto. Le puse más atención.
Sus problemas más importantes eran dónde estaba el cajero automático más cercano y cómo debería vestirse para su entrevista de trabajo como edecán en un nuevo antro (lo que aparentemente era súper-fashion porque le permitiría conocer gente nueva y obtener cortesías no-cover). Esta parte de la conversación era un recurso didáctico para hacernos ver un modelo maquiavélico aplicado al ritmo de vida del siglo XXI.
Como si toda esa sabiduría fuera poca, nos iluminó con su tesis más concluyente. Dijo que si tuviera la nariz más respingada se parecería más a la protagonista de cierta telenovela. Fue directa y breve. Es obvio el discurso implícito. La mímesis es una copia pobre pero simbólica de la realidad, los niños pequeños aprenden por medio de la mímesis los conceptos más abstractos y trascendentes de la vida. Volver a la mímesis a los 19 años de edad significa tender puentes hacia las actitudes intelectuales y emociones más básicas en aras de poder redefinir la identidad en el entendido de que el hombre es bueno por naturaleza.
Después de la salida con Chispita he reconsiderado mis prioridades. Los entretenimientos deberían volverse proyectos de vida. Los instintos, el origen único de la creación artística. La poliandria, la forma más noble de entregar al mundo lo mejor de nosotros mismos. La imitación y el ideal de uniformidad serían, entonces, el camino exclusivo hacia la mejora. Achíspense y venceremos.
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