Antes me he quejado de que al ir en coche uno no pone atención a lo que hay alrededor; que uno se adentra en sus pensamientos a tal grado que el mundo queda reducido a una tonada molesta, como las de los teléfonos, que sólo sirve para alargar la espera. Sin ambargo, mi juicio se reducía a la mirada de una simple expectadora desde el asiento de al lado. Recientemente, el señor Vázquez se ha dado a la tarea de llevarme por lugares desconocidos para quitarme el miedo a conducir. Así que si ven a una loca en un Tsuru Verde con un letrero improvisado de "Por favor tenga paciencia, estoy aprendiendo a manejar" y acompañada por un copiloto aterrorizado... sepan que somos nosotros. Sábado a sábado emprendemos aventuras sabatinas por ganarle al destino un par de horas de vida.
Desde que ando detrás del volante, he desechado mi anterior hipótesis y nuevos hallazgos se agolpan en mi haber. Por ejemplo, no sabía que por los rumbos de la Colonia Condesa hay una glorieta donde, desde una especie de cráter artificial, se asoman arbustos que llegan a la altura de la calle y que esconden entre sus ramas tres o cuatro vochos ―viejos VW Beetle― hundidos a los que sólo se les puede ver el techo. Es una experiencia en extremo surrealista.
Seguiré reportando estos acontecimientos.
2 comentarios:
Bienvenida a las exposiciones planeadas por gente extraña que ponen en la Condesa.
Por cierto, el letrero no es mala idea. Te molesta si lo plagio cuando llegue mi turno de ser la Highway Star?
Para nada, si el mío sobrevive prometo guardarlo para ti. En tu caso, será maravilloso verte detrás de un volante meneando la cabeza al ritmo de Ziggy con los ojos everywhere but on the road... pero eso sí: con el letrero de "Téngame paciencia". Un beso
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