El hartazgo de ver a las mismas personas de todos los días acaba por salirme al paso. Ya no puedo ver a la cara a esos desconocidos familiares sin reprocharles su extrañeza con la mirada. A sus gritos de: "Peda saliendo de clase" sólo puedo fruncir el ceño sintiéndome madura y apresurarme a casa, donde estaré en Internet o viendo películas viejas con palomitas alc. vol. 0°. Las relaciones diplomáticas se debilitan, la tolerancia es de cero. Mi móvil para ajustar el despertador en las noches es que tendré la satisfacción de apagarlo por la mañana cuando piense en lo lejos que estoy del límite de faltas y que puedo no llegar a clase de 7 ni de 8 y media ni de 1. No ir a la escuela en absoluto estos días.
Los pequeños resplandores de comodidad serán patrocinados por amigos ajenos a la universidad. Pero, aún con ellos, queda la melancolía de tener que estar sin ellos al cabo de 3 horas, 2 horas con cincuenta y nueve minutos y cincuenta y nueve segundos, cincuenta y ocho... Un gran rato de todos modos. Al fin respiro la tranquilidad del bar donde el punto no es demostrar quien bebe más rápido o quien resiste más, sino hablar y hablar y reir y reir con el alcohol como simple expectador pasivo, siempre pasivo y papas a la francesa. El lugar donde estemos es Ahí. Y Ahí no hay presiones sociales sobre lo que debe o no decirse.
La frontera del pudor: long lost.
Los chistes: local and coloured with honest laughter.
Los recuerdos: frightingly meaningful.
Chispita: ¿Quién?
2 comentarios:
Me gusta esa esencia!
...y flotar en la nube voluptuosa de la más absoluta dejadez sin preocuparte por cruzar las piernas o dejarlas tal cual! Me gusta esa sensación! Como atí supongo.
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