lunes, junio 11, 2007

Turnin' Japanese

Me despierto y de un brinco me incorporo con los pies separados, uno delante del otro, la espalda algo inclinada, los brazos en posición de boxeo, sonrisa de oreja a oreja. El cuarto desaparece y me rodea un paisaje rosa con kanjis mientras grito algo así como "hoy sí me libraré de los nacos de metro Tacubaya" y me brillan los ojos como un par de estrellas doradas.

Tengo en la mente el outfit perfecto, y cuando llego a mi closet aparece una gotita detrás de mi cabeza. Oh no, justo lo envié a la tintorería. Mis ojos se vuelven grandes espirales que giran mientras me ahogo en un remolino. Reacciono y me visto con cualquier otras cosa. Ya en la cocina, me dispongo a preparar algo de desayunar, pero al abrir la puerta del refri mi cara se torna azul y doy un grito digno de película de terror. Dentro hay una nota de mamá: te tocaba hacer el súper.

No hay nada comestible salvo ramen instantáneo. Retrocedo un par de pasos con incredulidad, pero recapacito. Golpeo con mi puño derecho mi palma izquierda con determinación: Hime-chan podemos hacerlo. Hiervo el agua y tras algunas quemaduras que me hacen terminar cubierta de vendas, preparo el ramen. Desafortunadamente es demasiado tarde. Debo correr con el vasito en la mano y engullir el contenido de un sorbo antes de salir. Está caliente... mi boca se vuelve un lanzallamas. Cuando la comida baja, me inflo como un globo y me siento tan pesada que doy contra el piso y me desplazo rumbo al metro imitando los movimientos de un gusano medidor. La gente murmulla.

En Tacubaya estoy por subir el último escalón para tomar el camión al trabajo cuando el chofer se arranca. Me aferro al barandal, pero el camión comienza a tomar vueltas pronunciadas, a andar sobre dos ruedas, a volcarse de una calle hacía otra y yo cuelgo de la puerta como una veleta. Al parar en la Compañía mi cuerpo sigue prendido, tieso. Una anciana me toma por los pies, me sacude como a un tapete viejo y termino por recobrar mi forma normal. Hago múltiples reverencias de agradecimiento y miro mi reloj... voy media hora tarde.

Corro hasta que mis pies son invisibles y voy dejando una estela de polvo a mi paso. Al fin llego, sólo para encontrar la reja cerrada y a mi jefe afuera, en ropa deportiva paseando a su perro. Hime-chan, hoy es domingo. Me caigo totalmente de espaldas. "El día que llegas más temprano no tienes que trabajar". En la frente del jefe se hincha una vena y con mirada macabra me da una patada que me manda tan lejos que desaparezco como un puntito de luz en el horizonte. Caigo frente a mi casa.

Me pongo frente a la tele con una venda en forma de cruz en la parte posterior de la cabeza. Al menos ahora podré terminar de ver ese anime con el que me siento extrañamente identificada.

1 comentario:

Lady Stardust dijo...

Lo mejor d todo es q t imaginé perfectamente en tu versión anime.