miércoles, diciembre 13, 2006

La Posada

Una historia real.
Lugar: Toshi, Edo. de Mex.
Fecha: 09/12/06
Hora: 13:30
Cada catequista (bautizado como "madrina"/"padrino" por ese día) tendría a su cargo un grupo de veinte niños y entrarían a la Posada de manera gradual. Cabe recalcar que la mayoría de la gente estaba formada en la puerta desde antes de las nueve de la mañana. En primer momento, el grupo pasaría a hacer manualidades (mi área y la de otras cinco chicas). Después irían a los juegos y dinámicas; luego a partir piñatas, recibir aguinaldos (bolsas de dulce y fruta), buscar a sus padres en la entrada, recoger cobijas de donación y recibir regalos del Niño Dios (en realidad donados por universitarios urgidos de horas de servicio social).

Mi manualidad eran unos ángeles de papel muy sencillos que se pintaban con crayolas, se armaban y pegaban para quedar de pie. Llevé trescientos y todos se terminaron. La primera hora fue tranquila, pero los problemas comenzaron cuando hubo en la zona tres grupos de veinte niños cada uno queriendo hacer manualidades. Recuerdo claramente las instrucciones:
"Dibujen el angelito y cuando terminen me avisan" "Doblen las alitas hacia adelante" "Ahora, con su dedito, tomen resistol y peguen la pestaña" "Escriban su nombre detrás y denlo a su madrina, que se los va a regresar al final de la posada".

Como en todo, hubo contingencias entretenidas, como mi descuido momentáneo seguido de un llanto desconsolado a mis espaldas: a una niña se le había volteado el pegamento en la cabeza y su cabello permaneció con consistencia de engrudo por los siglos de los siglos. Hubo otro niño que permaneció en la mesa después de una hora de haber terminado; cuando lo cuestioné me dijo que no quería irse a entregar su angelito porque su Madrina vivía muy lejos. No supe si abrazarlo con ternura o darle un sape con sarcasmo.

Dejaron entrar a los padres al terminar la posada para que recogieran las cobijas y los regalos de sus hijos, en su caso. Fue entonces el mayor relajo. Las mamás se formaban varias veces para recoger varias cobijas. Y a la hora de los regalos, los padres y sus vástagos estaban afuera de la bodega gritando nombres para que buscáramos el que les correspondía. Era chistosísimo cómo algunos padres de hijos paganos enviaban a sus niños a asomarse a la lista y aprenderse el nombre de algun beneficiado del Niño Dios. Lo mejor era que no contaban con que les preguntaríamos el nombre del pueblo del que provenía el niño usurpado. Con una sonrisa nerviosa decían "ese no me lo aprendí" y huían de la zona.

Lo más gracioso ocurrió alrededor de una pregunta indiscreta. Aún portando gafete con nombre, esa tarde me bautizaron de mil maneras: Miss, Señora, Señorita, Maestra, Hermana (¿monja yo?). Claro que no faltó el dubitativo que no pudo aguantarse las ganas e inocentemente me preguntó: "¿Usted es Señorita?" Por supuesto mis ojos se abrieron sobrehumanamente y le dije con cierto rubor: "Mejor llámame Hime"

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